La magia de rebuscar entre fotografías antiguas es que puedes construir mentalmente un Madrid diferente al que recorres hoy. Uno repleto de personas, calles y elementos urbanos que desaparecieron hace tiempo. El Mercado de Olavide, enclavado en la plaza que le dio nombre en el popular barrio de Chamberí, es posiblemente es uno de los casos más representativos.
Aunque en la actualidad parezca difícil de creer, hasta mediados de los años 70, la Plaza de Olavide albergó uno de los mercados más importantes de la capital, uno de los ejemplos más brillantes de la arquitectura racionalista madrileña. Hoy, recuperamos su historia.
Para comprender la historia de este proyecto debemos remontarnos a la segunda mitad del siglo XIX, cuando empezaron a establecerse en la plaza algunos puestos en la calle para abastecer a los habitantes del barrio y alrededores.
Estos tenderetes no ofrecían unas condiciones sanitarias óptimas y cada vez brindaban menos garantías a los clientes. Por ello, se construyó un recinto cerrado, cubierto con placas de zinc y construido a base de dos crujías de hierro en forma de galería para albergar todo tipo de puestos, desde carnicerías, a verdulerías o pescaderías. Este recinto se denominó el “Mercado de la Cebada”.
En 1934, la II República Española decide derribarlo y sustituirlo por el nuevo Mercado de Olavide, con el objetivo de paliar la falta de equipamientos existente en la época. El proyecto fue encargado al arquitecto Francisco Javier Ferrero Llusiá, quién aprovechando parte del armazón de hierro del antiguo mercado, diseñó una edificación con planta octogonal que resolvía hábilmente la situación urbana de la plaza.
El nuevo Mercado de Olavide seguía un claro estilo racionalista con predilección por las formas geométricas simples y una concepción dinámica del espacio arquitectónico como demostraba su perímetro octogonal, que iba creciendo escalonadamente en altura hacia el centro hasta llegar al patio central favoreciendo la ventilación.
En la década de los 70, el Ayuntamiento de Madrid decide expropiar los puestos del mercado a los comerciantes y demoler el edificio para construir un aparcamiento subterráneo y una plaza ajardinada.
Su demolición fue llevada a cabo mediante voladura “controlada”, el 2 de noviembre de 1974, en un contexto de desencuentro absoluto entre el Ayuntamiento, que consideraba obsoleto el mercado, y los comerciantes, vecinos y arquitectos, que defendían su conservación por su gran valor arquitectónico. Otro punto de controversia se centró en las indemnizaciones que el Ayuntamiento negó a los comerciantes, quienes tenían derechos adquiridos desde que se construyó el mercado.
Además, para incentivar aún más la polémica, la técnica empleada para la demolición falló en numerosos puntos y algunos edificios circundantes padecieron importantes daños. Las calzadas y otros establecimientos comerciales también sufrieron las consecuencias.
Todo ello, resulta una historia difícil de imaginar cuando hoy recorres la Plaza de Olavide, entre las terrazas al sol, los madrileños tomando su vermut o los arbustos que la tiñen de verde. Menos mal que aún nos quedan las imágenes para recordar.